Vuelos Comparados
Vuelos Comparados
Fueron dos hechos reales, para qué ocultarlos si los pájaros se encargarían luego de darlos a conocer de alguna manera, y su resultado, podría traer consecuencias indeseadas por la masividad de su proliferación en las grandes bandadas.
Uno en la Boca, otro en Escobar. Un pájaro muy pequeño el primero, un pájaro mediano el segundo, ambos se toparon con vidrios transparentes en la búsqueda de sus compañeros anhelados.
En ambos casos, un par de interlocutores conversaban de arte, de creación y volaban a vuelo bajo, sereno, planeante.
El primero y más pequeño se vio atraído por la conversación dentro del atelier, fue insistente, vivaz, alegre y seductor en su cometido; no lo logró. Ninguno de los interlocutores consideró oportuno o lógico permitir su ingreso, solo se lo asumió como un hecho curioso, simpático, singular o hasta una señal a considerar.
En ningún caso se trato como un hecho incomprensible, sí como un detonante, como una pista; no hubo espacio para el, y el pequeño alado marchó dejando una marca en la memoria del artista, una mecha larga encendida, que conduciría a un gran interrogante.
El segundo hecho ocurrió en Escobar, esta vez mucho más intenso, movilizante e invasivo. Se trató de un pájaro mediano, gris intenso, que se hizo notar por un potente impacto contra el vidrio del ventanal que daba al parque. En esta segunda oportunidad, los interlocutores eran otros y solo uno de ellos común al primer hecho del atelier.
Una marca blanca de polvo y restos de plumas quedaron adheridos al vidrio, mientras el pájaro shockeado esperaba en el piso recobrar su cordura y reponerse del golpe. Miraba hacia adentro buscando algo, sin dudas, esta vez, la conversación entre los dos artistas si se detuvo.
Las miradas de los tres buscaron asistirse, conectarse, explicarse, entenderse; impávidos y sin más acción, en un marco de compasión y reconocimiento por el esfuerzo y el logro obtenido; despabilar, movilizar, trascender.
El pájaro levantó vuelo trabajosamente y con un intento corto y rasante se poso en un arbusto; habiendo comprobado que podía, emprendió un segundo vuelo final perdiéndose en el atardecer rosado.
Ambos pájaros estaban confabulados pensé, lo hablaron, lo planearon, lo ejecutaron.
Y por supuesto, también planearon el final, demasiado fuerte para mi gusto, para mi sensibilidad. Inesperado, indeleble en mi memoria; movilizante en mis entrañas. El tercer y último acto ocurrió en Villa Pueyrredon, sobre la adoquinada avenida posaba un pájaro más grande aun que los dos anteriores, también gris oscuro; el auto que conducía avanzó raudo y esperó mi mirada un vuelo rápido y típico de despegue por sobre el capot antes que el auto lo arrolle. Ese vuelo esperado, jamás existió como tantas veces había ocurrido antes. Esta vez, el pájaro quedó debajo del automóvil y mi mirada absorta vio por el espejo retrovisor un puñado de plumas explotar debajo del auto. Mi entero ser en estado de shock, jamás lo olvidará.
Salí del shock y estuve seguro de que ahora sí seria imposible dilucidar el acertijo de tres complejos alados dándome señales, conectando marcas indelebles. Juré olvidar, la última puntada de este entretejido de pájaros me había dolido y mucho, nunca hubiese querido dar muerte a un símbolo de libertad, de creación.
El final de la historia vino solo, como nunca espere que suceda, fue una señal final, por televisión y en manos del vuelo de algún gurú creativo; lo sentí mas alto que el vuelo de todos los intervinientes de esta historia, aglutinante al extremo, envolvente y dilucidante.
Alguien en el corto publicitario pidió a un eventual genio, innumerables peticiones y deseos para concretar su felicidad, mientras el personaje de voz sabia y cálida dejo saber: “solo te daré vuelo creativo, lo demás, puedes hacerlo solo”.
Las aves dejaron fuertes y claras señales de lo que no puede prescindir un artista, el vuelo creativo, y mandatoriamente siempre debe buscarse, por más paredes y vidrios que se interpongan, y de ser necesario enfrentando a la mismísima muerte.
Buenos Aires, Noviembre 17,2008 by Daniel Tarditti – www.danieltarditti.com
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